martes, 16 de agosto de 2016

"¡¡QUE NI UNO SE PIERDA!!"

Jesús en el Evangelio aparece rodeado de niños y -a pesar de que los apóstoles los quieren alejar- el Señor los bendice. Además nos exhorta a todos a ser como niños para poder entrar en su Reino. Volver a ser como niños es volver a ser humanos. Reconquistar nuestra esencia y nuestra alma. 

Nuestro Dios hecho hombre no sólo quiere a los niños sino que, también, Él mismo se sometió a las leyes del crecimiento humano. Dios se hace niño, nace de una mujer, vive en una familia, aprende a hacerse humano. El Niño Dios que adoramos en la cuna del Pesebre en la Navidad nos ilumina la mirada de fe en la niñez. 

Jesús fue un niño como todos los demás niños de su pueblo. Creció rodeado del afecto de María y de los cuidados de José. Vivió y jugó en una casa humilde sostenida con el esfuerzo del trabajo cotidiano. La oración resguardaba la semilla de la fe de ese hogar. 

Jesús les dijo y nos dice: “Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan.” La pregunta que surge es: ¿Cuándo dejamos que los niños vayan a Jesús? ¿Cuándo los adultos ayudamos para que se acerquen al Señor

EL REINO DE DIOS ES PARA LOS NIÑOS - DEJAD A LOS NIÑOS VENIR A MÍ

“Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Cuando Jesús se dio cuenta, se indignó y les dijo: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él. Y después de abrazarlos los bendecía poniendo las manos sobre ellos.” Marcos 10.13-16

Al leer los Evangelios uno puede distinguir los diferentes tonos del Señor en cada enseñanza y en cada exhortación. Muchas veces su voz fue muy suave y muy dulce, quizás cuando dijo que daría descanso a los cansados. Pero, en otras ocasiones, imagino que el tono del Señor fue fuerte, firme y muy serio. El relato de Marcos nos dice que Jesús se “indignó”. Otras versiones dicen que se “enojó”. Al Señor le molestó la actitud de los discípulos de querer apartar a los niños de él. Lo indignó que no comprendieran que ellos también eran importantes, que eran tan valiosos como cualquier adulto.

Hoy podemos ser los discípulos y alejarlos, o podemos ser el Señor y acercarlos. Que seamos adultos que permitan que los niños, que nuestros niños se acerquen a Jesús.

Dejamos que nuestros niños se acerquen a Jesús:

-“respondemos a sus preguntas”, sobre temas espirituales. Los niños siempre tienen inquietudes. Por eso es importante que dediquemos tiempo para conversar con ellos sobre temas relacionados con Dios. También compartirles que Dios es tan grande, que nuestra pequeña mente no puede conocerlo ni entenderlo completamente. Al conversar tenemos que utilizar palabras sencillas, términos simples, que puedan traer claridad a su mente y no confusión. Entonces, cuando nos detenemos para escucharlos, cuando hacemos una pausa para atender a sus inquietudes, cuando oramos con ellos, cuando les contamos historias bíblicas, cuando conversamos acerca de Dios, estamos ayudando a nuestros niños a que se acerquen a Jesús.

-“los llevamos a la iglesia.” Cuando cada domingo vamos en familia y los acompañamos a sus clases. Los niños son niños y no pueden venir solos… si no los llevamos, no van. Dejamos que nuestros niños vayan a Jesús cuando los llevamos para que aprendan la Palabra de Dios en forma sistemática, ordenada, en el compartir con sus compañeros y en la voz de sus maestros.

-“somos coherentes” entre lo que decimos y lo que vivimos, entre los que creemos y la manera en la que actuamos. Dejamos que los niños, que nuestros niños se acerquen a Jesús cuando nuestras vidas de adultos “cristianos” son coherentes, cuando concuerdan con la fe que decimos tener. Cuando el Señor está presente en nuestra familia todos los días… todo el día. Cuando en casa nos amamos, nos ayudamos, nos tenemos paciencia, nos perdonamos y nos pedimos perdón.
Dejamos que nuestros niños se acerquen, cuando nuestra vida refleja a Jesús.

CONCLUSIÓN:
Cuando respondemos a sus preguntas y hablamos con ellos sobre temas espirituales.
Cuando los llevamos a la iglesia.
Cuando llevamos vidas cristianas coherentes.



•.¸¸•´¯`•.¸¸. Patricia  .¸¸•´¯`•.¸¸.•















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