En la siguiente escena encontramos a Israel enfrentando a los filisteos;
había un hombre llamado Goliat que salió por cuarenta días a gritar, a insultar
y desafiar al pueblo de Israel para ver si alguno se animaba a pelear contra
él. Resultó que fue David al campo de batalla enviado por su padre para que les
llevase comida a sus hermanos mayores que se encontraban allí. David no tenía
edad para la guerra, tendría unos quince o dieciséis años, era un muchacho;
cuando fue a llevarles alimentos a sus hermanos vio a Goliat que estaba
gritándole al ejército de Israel, que estaba amedrentado, y también Saúl estaba
amedrentado. La versión textual de la Biblia traduce específicamente no sólo
que un espíritu lo atormentaba a Saúl sino que lo aterrorizaba, le infundía
temores.
En la otra escena, Saúl comienza a ser atormentado por un espíritu que
le infunde temor y él, como líder, atemoriza a los demás. ¡Había un ejército
entero atemorizado! Todo porque el Espíritu Santo se había retirado del líder.
Ahora viene David que estaba ungido por el Espíritu Santo, lo mira a Goliat y
dice: “¿Qué le pasa a ese grandulón? ¿Por qué ese hombre habla así? ¿Quién se
cree que es?” David tiene otro corazón, tiene otra visión. ¡Él sabe que cuenta
con el respaldo de Dios!
¿Tú eres una persona que tiene temor? Temor a la muerte, a la
enfermedad, temor a los accidentes, temor a que tu cónyuge te sea infiel, a que
tu padre se muera, temor y temor. Eso es por la falta de la presencia de Dios.
¡Su presencia echa fuera el temor! ¡El perfecto amor de Dios echa fuera el
temor! ¡No creas que vas a ser lleno del Espíritu Santo si vives lleno de
temores!
Cuando el Espíritu Santo te guía, obra poderosamente en tu vida. Él guía
tus ojos, tus manos y tus pies. David no había planificado ser un gran siervo
de Dios, sólo obedecía a su padre con ir a ese lugar, pero era Dios quien lo
estaba guiando, Él tenía el control de sus circunstancias.
Esta historia continúa, pero quiero enfocarme en otro objetivo. Entonces,
cuando volvieron de la guerra, las mujeres salieron con panderos danzando y
cantando: “Saúl hirió a sus miles y David a sus diez miles”. ¡Todos estaban
felices menos Saúl! Cuando escuchó lo que cantaban las mujeres, se dijo: “Le
han dado a él diez miles y a mí sólo miles. Este me va a quitar el reino”.
Leemos en 1ª Samuel 18:8 y 9: “8Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este
dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el
reino. 9Y
desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David”.
Saúl nunca más pudo ver la bendición que era David y cómo el Espíritu
Santo libraba a Israel por su mano. ¡Nunca más pudo ver bien las cosas porque
el enojo le nubló el entendimiento y le endureció el corazón!
Llegamos a la conclusión de que el enojo te nubla el corazón y no te
deja ver la realidad. La pura verdad es que David era una bendición y Jehová
trajo gran bendición y liberación al pueblo por causa de él. Eso es lo que Saúl
tenía que celebrar también y por lo que debía gozarse.
Continúa diciendo 1ª Samuel 18:10: “10Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte
de Dios tomó a Saúl, y él desvariaba en medio de la casa. David tocaba con su
mano como los otros días; y tenía Saúl la lanza en la mano”.
¡El mal espíritu lo tenía más atormentado que antes! Esto fue al día
siguiente. Entonces buscaron a David que tocaba el arpa, y cuando lo hacía, el
espíritu que atormentaba a Saúl se iba, se alejaba y él se calmaba. Pero, era
tanta la bronca que tenía Saúl, que no le importaba que David tocara, al verlo
le vinieron ganas de matarlo, así que tomó una lanza con la intención de
traspasarlo. David no estaba haciendo nada malo pero Saúl no podía ver que el
Espíritu de Dios usaba la música que él tocaba para librarlo del mal
espíritu.
David estaba tocando el arpa, y mira a Saúl que estaba medio loco;
tocaba y miraba, en un momento ve que agarra la lanza y piensa: “¿Qué va a
hacer?” y sigue tocando… Saúl era un guerrero pero a David lo guardaba el
Espíritu que lo había ungido. El Espíritu de Dios estaba sobre David y señala
la Biblia que él evadió dos veces la lanza de Saúl.
Le venían pensamientos a Saúl y decía: “Tengo que hacer algo para
alejarlo de mí”, así que lo mandó lejos de él como jefe de mil soldados. Saúl
pensaba que los filisteos terminarían matándolo pero David salía a la guerra y
volvía con motín, entonces había regocijo y el pueblo lo amaba más. ¡Todo lo
que hacía Saúl era cada vez peor y todo lo que hacía David cada vez era mejor!
La diferencia es que a Saúl lo guiaba un mal espíritu y a David lo guiaba el
Espíritu Santo con el cual él había sido ungido. ¡El Espíritu de Dios se había
apoderado de David! El deseo de mi corazón es que el Espíritu de Dios se
apodere de tu vida, el deseo de Dios es que el Espíritu Santo unja con poder a
los cristianos.
No había cosa que hiciese Saúl que le saliera bien. Cuando David mató a
Goliat debió ser yerno del rey pero no le dieron como esposa a ninguna de las
hijas de Saúl. Después le dijo que le daría a su hija, pero lo mandó a la
guerra creyendo que allí David moriría, mas no fue así, sino que volvió
triunfante, pero no obstante eso, ¡Saúl decide no darle a su hija y se la da a
otro!
Llegó a ser tanto el odio que le tenía Saúl a David, porque el pueblo lo
amaba cada vez más, sus propios hijos lo amaban, e incluso los siervos decían
que David era un gran hombre de Dios, y que Él había dado a Israel gran
bendición por medio de David. ¡El único que no entendía lo que estaba
sucediendo era Saúl porque tenía celos y estaba enojado!
PARA
TENER EN CUENTA
¿Tú tienes idea a dónde puede llevarte el enojo si se apodera de ti? Saúl
nunca pudo destruir a David porque el Espíritu Santo se había apoderado de él y
lo guiaba paso a paso. Había una gran diferencia, Saúl temía cada vez más pero
David no tenía temor. En los Salmos podemos leer: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno,
porque tú estarás conmigo” (Salmo
23:4). En el Salmo 27:3 David cantaba: “3Aunque
un ejército acampe contra mí, No temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante
guerra, Yo estaré confiado”.
¡El Espíritu de Dios se apoderó de David! El día que el Espíritu Santo
se apodere de ti no habrá más temores, no más celos, no más envidias. ¡Es
hermoso vivir sin temor! Hay cristianos que viven con temores y se han acostumbrado
a llevar esa mochila, un sentimiento que pesa.
Estas cosas, David las tenía clara, aunque también
pecó, pero cuando se dio cuenta del pecado que cometió clamó a Dios pidiéndole: “No quites de mí tu santo Espíritu. Si tú me perdonas seré libre
de esta maldición”. David
sabía lo que era ser guiado por el Espíritu Santo y el temor más grande que él
tenía era que ya no sería así. “Contra
ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos….No me
eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo
de tu salvación, y espíritu noble me sustente”. (Salmo 51:4, 11 y 12) Por eso es que a
Dios le agradaba el corazón de David, no es porque no haya pecado, sino porque
tenía un corazón aferrado al de Dios. Era lo suficientemente sensible para
decirle a Dios:
“Dios mío, ¿a dónde iré yo sin ti? Líbrame de mi pecado, cúbreme
de mi maldad y trae tu Espíritu sobre mí Señor. Que no se aleje de mi tu Santo
Espíritu”.
•.¸¸•´¯`•.¸¸.ஐ Patricia ஐ.¸¸•´¯`•.¸¸.•
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