Los
sentimientos de ambas encontraron alivio en la unidad y propósito: Rut y Noemí
La dulce
historia de Rut y Noemí es como un rayo
de luz celestial que cae sobre las páginas de la Sagrada Escritura…
La
historia está ubicada en los días cuando los jueces gobernaban la tierra, la
familia de Elimelec, emigró a la tierra de Moab. Allí una tragedia más grande
que el hambre los alcanzó. Noemí primero quedó viuda; más tarde se vio privada
de sus dos hijos y quedó sola con dos nueras, Orfa y Rut.
Habiendo
oído que no había más hambre en Judá, decidió regresar, y comenzó su viaje
acompañada de Orfa y Rut. Con amargura de espíritu y decaimiento del corazón,
caminaron todas en silencio, hasta que Noemí no pudo contenerse por más tiempo.
Tenía que manifestar sus pensamientos. Aunque su pérdida era tres veces más grande
que la de ellas, tenía que expresar la preocupación que había en su corazón
generoso, preocupación por el futuro de ellas y no el de ella:
"Andad,
volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia,
como la habéis hecho con los muertos y conmigo. Os conceda Jehová que halléis
descanso, cada una en casa de su marido" (Rut 1:8, 9)
Cuán
revelador de las relaciones que existían entre suegra y nueras es este pasaje!
Pero ella no quiso hacerles exigencia alguna, agradecida como estaba de su
cuidado y compañía en los días anteriores. Leemos que "luego las
besó." Por supuesto que este no era un beso formal, sino una larga y
tierna despedida. No es extraño que ellas declararan que no la abandonarían.
Sin embargo, Noemí había calculado el costo de su sacrificio. A pesar de la
pérdida que sería para ella, estaba preparada para enfrentar la soledad que la
esperaba. Así que esta noble mujer habló de nuevo, sin ocultar nada. Ella les
reveló lo que su decisión significaría:
"Volveos,
hijas mías, e idos; porque yo ya soy vieja para tener marido. Y aunque dijese:
Esperanza tengo, y esta noche estuviese con marido, y aun diese a luz hijos,
¿habíais vosotras de esperarlos hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros
sin casar por amor a ellos? No, hijas mías; que mayor amargura tengo yo que
vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí." (1:12, 13)
Oyendo
esto, Orfa decidió que era correcto preocuparse ahora de sí misma y de su
propio futuro. Dando a su suegra un beso final de despedida, regresó a su
pueblo y a sus dioses, abandonando las páginas de la historia divina. El beso y
la partida de Orfa contrastan grandemente con la acción de Rut, quien se quedó
con su suegra. ¿Podemos percibir en las siguientes palabras de Noemí un
sentimiento de decepción cuando habló a Rut?
"He
aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras
ella." (1:15)
Esto
solamente sirvió para que Rut se fortaleciera en su decisión. Ella había
analizado cada palabra de su suegra y había notado la forma en que cada una
había sido dicha, y había tomado en cuenta todos los riesgos. Así que con
palabras de amor y lealtad que son algunas de las más conmovedoras que jamás
hayan sido escritas, suplicó:
"No
me ruegues que te deje, y me aparte de tí; porque a dondequiera que tú fueres,
iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios
mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga
Jehová, y aún me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras
dos." (1:16)
En la
traducción al inglés, se lee esto último en términos que dan a entender:
"Así me haga Jehová, y aun me añada, si aun la muerte te separara de
mí." Esto implica que ni la muerte misma las separaría, pues serían
sepultadas juntas. Más tarde, y más grandioso aún, ambas resucitarían juntas.
El
ejemplo de Noemí, su vida y su fe en el único Dios (en oposición a la mayoría
de los moabitas) no había pasado desapercibido, pues había tenido el debido
efecto en Rut.
¿No habrá aliviado tal respuesta el corazón de la apesadumbrada Noemí, a pesar
de su desaliento? Viendo que Rut se empeñaba resueltamente en ir con ella, dejó
de hablarle. He aquí palabras y hechos juntos. ¿Quién puede resistir semejante
combinación? Noemí y Rut siguieron su camino. Si iban silenciosas, era un
silencio comprensivo. Los sentimientos de ambas encontraron alivio en la unidad
y propósito de su determinación, siguiendo juntas hasta Belén.
Sin
embargo, los efectos de la desgracia de Noemí no pudieron ser olvidados por
mucho tiempo. Su pesar, que había penetrado hasta las fibras íntimas de su ser,
brotó una vez más al llegar a la ciudad donde antiguas asociaciones hicieron
que los recuerdos volvieran a abrumarla. La ciudad se conmovió a causa de
ellas, y la gente decía: "¿No es ésta Noemí?" ¿Qué estaban dando a
entender? ¿Había el dolor cambiado tanto la apariencia o el ánimo de Noemí?
"No me llaméis Noemí –placentera-, sino llamadme Mara -amarga-; porque en
grande amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me
ha vuelto con las manos vacías." El recuerdo de tiempos más felices
oscurecía por el momento la bendición de una verdadera hija en Rut, una falla
muy humana y comprensible. Noemí no podía saber en aquellos momentos cuánto iba
a significar Rut para ella en lo sucesivo. A menudo, nuestras dificultades
parecen demasiado importantes para nosotras, al grado de obscurecer las
bendiciones que el Señor envía a fin de proveer equilibrio contra la adversidad
y para asegurarse de que nuestras tentaciones no son más grandes de lo que
podemos soportar. En aquel tiempo era desconocido para Noemí el gozo guardado
para ella por medio de Rut: una abundancia de bendiciones que sería descrita
como mejor que siete hijos.
Un lugar
para vivir parece haber estado prontamente disponible en la heredad de
Elimelec, y Rut, quien había abandonado Moab sin saber, en cierto sentido, a
dónde iba, encontró un lugar preparado para ella. Significativamente, llegaron
en el tiempo de la cosecha de la cebada, que también era el tiempo de la
pascua. Este era el tiempo cuando la historia de la redención de Israel era
repetida: su liberación de la tierra de esclavitud y oscuridad. Rut aprendió
entonces como Dios había libertado a Su pueblo de Egipto y como los había
transportado en alas de águila y los había acercado a Sí mismo de la misma
manera que lo estaba haciendo ahora con ella.
La
información en el capítulo 2:1 de que Noemí tenía un pariente de su esposo,
llamado Booz, es para beneficio del lector. Cuando Rut decidió proveer para
ella y su suegra, no sabía esto. Consideró que era su deber conseguir
provisiones para su casa, y dijo: "Te ruego que me dejes ir al campo, y
recogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia." En su
acción vemos la mano guiadora de Dios: "...y aconteció que aquella parte
del campo era de Booz" (2:2, 3). Ella no había planeado esto, pero Dios lo
realizó. Desde el punto de vista humano fue suerte; pero su salida fue dirigida
desde arriba. Sus caminos habían sido encomendados a Dios y El dirigía sus
pasos. De este modo ella llegó a tener una amplia experiencia con el pueblo de
Noemí, el cual había escogido como su pueblo. Estaba dispuesta a tomar la
humilde posición de espigadora, una de las más pobres de la tierra. No estaba
avergonzada de pedir, y recibió con plenitud. Su perseverancia y laboriosidad
fueron observadas por aquellos que la rodeaban.
Esos
fueron días alegres en Israel, cuando el vínculo entre el amo y el sirviente
era la bendición del Señor. También se reflejaba en el carácter de Booz, quien
trataba a sus sirvientes de la misma manera que el querría que Dios, su Amo, lo
tratara a él mismo. El Señor había bendecido verdaderamente la tierra y ellos
estaban cosechando con gozo.
Booz,
viendo una cara extraña, hizo preguntas sobre la espigadora. Había oído algo de
ella y ahora la conocía. Cuando estudiamos su respuesta a estos informes, vemos
la generosidad de su corazón, y oímos sus palabras de consuelo y aliento para
Rut, nosotros pensamos en nuestro Redentor, el Señor Jesús, quien dio consuelo
y proveyó para sus discípulos. Booz encargó a Rut: "No vayas a espigar a
otro campo...aquí estarás junto a mis criadas" (2:8, 9). También Jesús
proporcionó consuelo en estas palabras: "No se turbe vuestro corazón, ni
tenga miedo" (Juan 14:27), y un momento más tarde dijo: "Permaneced
en mí, y yo en vosotros" (Juan 15:4).
Aquí hay
un principio que Rut estaba dispuesta a cumplir, porque este fue el comienzo de
la historia de su propia redención. Más tarde, ella habitará con Booz, su redentor y
su esposo hasta la muerte; pero primero, paso a paso, tuvo que aprender por la
obediencia. Su origen extranjero parece ser enfatizado por el repetido
señalamiento de "Rut la moabita," a pesar de su nacionalidad judía,
legalmente ganada por medio de su matrimonio con Mahlón. Nótese como su
separación de los lazos anteriores, su abandono de familia y país así como la
manifestación positiva de amor a una afligida esposa y madre, llegó a pesar en
la estimación de Booz:
"He
sabido todo lo que has hecho con tu suegra...y que dejando a tu padre y a tu
madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste
antes" (2:11).
Hubo un
abandono de los intereses personales y todo lo que significaban, lo cual es
verdaderamente uno de los principios básicos de la redención en Cristo Jesús,
porque Jesús dijo: "Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que
posee, no puede ser mi discípulo" (Lucas 14:33).
Las siguientes palabras de Booz son también muy maravillosas. La encantadora
forma en que él reconoce la fuente de cada bendición del Señor, resalta frente
a su propia posición influyente como hombre acaudalado. El se preocupó de que
Noemí y Rut no pasaran necesidad, pero había levantado su vista hacia niveles
que estaban más allá de su poder de recompensa, pues dijo: "Jehová
recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de
Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte" (2:12). Esta era
verdadera humildad. Nótese también la mención de las alas bajo las cuales Rut
había venido a ampararse: ésta había sido la pascua de ella y ella había sido
traída en alas de águilas a esta tierra donde encontró redención. La humildad
de Booz es acompañada por la de Rut al reconocer ella su posición:
"...aunque no soy ni como una de tus criadas" (2:13). Esto, añadido a
su obediencia, es una lección para todos los tiempos. Ella siguió el consejo
dado por Booz y Noemí: "Estuvo, pues, junto con las criadas de Booz
espigando, hasta que se acabó la siega de la cebada y la del trigo"
(2:23), es decir, desde la pascua hasta pentecostés, la fiesta de los primeros
frutos, cuando Rut fue redimida y tomada en matrimonio. La novia, la esposa del
Cordero, es el primer fruto para Dios y el Cordero (leer: Apocalipsis 14:4).
Finalmente,
en el capítulo 2 volvemos a los aspectos prácticos de la vida diaria en la
última frase: "Y vivía con su suegra," palabras muy simples pero muy
profundas. Vivimos en una sociedad donde tal arreglo es considerado necio, y
solamente aquellos que tienen experiencia en este campo podrían atreverse a
comentar. ¿Podría existir tal relación hoy en día? Solamente es posible donde
suegra y nuera viven en un espíritu de amor, paciencia y entendimiento, con el
reconocimiento conjunto de un poder superior. Sumisión y obediencia a la
voluntad de Dios serán necesarias en tal relación; pero a través de muchas
luchas y mucha abnegación, es posible lograr el gozo del cual habla (en forma
ligeramente modificada) el salmista: "¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso
es habitar las hermanas
juntas en armonía!" (Salmos 133:1).
El libro
de Rut es parte de aquella escritura que ha sido compuesta para nuestra
instrucción, de modo que por medio de la paciencia y consuelo revelados en los
personajes que se nos presentan, podamos tener fe, en cualquier campo de la
experiencia humana que sea nuestra suerte desenvolvernos.
La
historia continúa. Habiendo sido auxiliada por Rut, ahora Noemí estaba ansiosa
de ayudar en las necesidades de su nuera. La ley de redención en Israel
planteaba la posibilidad de que Rut fuera redimida, como también la tierra de
su esposo. Sin embargo, había la necesidad de una preparación para que Rut
pudiera encontrar y ser aceptada por una persona apropiada. Noemí le enseñó a
buscar y a prepararse para tal encuentro. "Te lavarás, pues, y te ungirás,
y vistiéndote tus vestidos, irás a la era; mas no te darás a conocer al varón
hasta que él haya acabado de comer y de beber" (Rut 3;3). El lavado,
ungimiento y vestido de nosotros son esenciales para el proceso de la
redención, como lo es el salir confiadamente para ser conocidos de nuestro
redentor.
Los
sentimientos de Rut no son revelados cuando la narración se desarrolla, pero su
obediencia es enfatizada, y así su petición fue contestada. Booz no desconfió
del asunto porque conocía el carácter de Rut. En realidad, la reputación de
ella no era cuestionada por nadie en la ciudad: "pues toda la gente de mi
pueblo sabe que eres mujer virtuosa" (3:11). Así el proceso fue comenzado
y tal fue el hombre Booz que con seguridad no dudaría en perseguir su propósito
hasta el fin. Pero el fin perseguido no oscureció las necesidades inmediatas.
De nuevo tomó las medidas necesarias para hacer una generosa provisión para la
casa, añadiendo las palabras: "...no vayas a tu suegra con las manos
vacías" (3:17). Los tiempos de necesidad y pesar, de hambre y soledad,
habían pasado, y aquí estaba la señal de seguridad para el futuro: seis medidas
de cebada. Esto fue aceptado por Noemí como una garantía de que pronto el asunto
en manos sería terminado: "Aquel hombre no descansará hasta que concluya
el asunto hoy" (3:18).
Aquí
podemos acordarnos del significado del nombre Booz: fuerza. El redentor de Rut
era fuerte y llevaría a cabo su propósito. Ella estaría contenta y se
regocijaría en su salvación. Booz no perdió tiempo; pero teniendo respeto por
la ley (Deuteronomio 25:5-10), trató de hacer las cosas correctamente. Un
pariente más cercano fue encontrado, el cual sólo estaba preparado para redimir
la heredad a medias. En el registro del Espíritu no aparece su nombre; no
estaba dispuesto a arriesgar su propia heredad. Así que con la bendición de
todos los que lo rodeaban, Booz se convirtió en redentor y esposo de Rut,
símbolo de nuestro Señor, quien se convirtió en Redentor y Esposo de la
Iglesia. La historia de la redención está entrelazada con la historia de Rut
como un hilo de oro dentro de un diseño. Uno puede fácilmente apreciar el lazo
de amor que existe entre estas dos fieles personas, y el reconocimiento por
medio de ellos del Señor Dios de Israel.
Pronto
llegó el anuncio: "Le ha nacido un
hijo a Noemí." ¡Qué trascendente alegría! La pérdida de Noemí había sido
triple: su esposo y dos hijos. Ahora su copa estaba llena de nuevo con Rut,
Booz y Obed. Seguramente ella pudo ser llamada de nuevo Noemí (placentera). El
pueblo se dio cuenta del modo como ella había sido bendecida en las palabras:
"Tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para tí
que siete hijos." El niño fue llamado Obed, que significa
"siervo."
La
genealogía que concluye el libro de Rut proporciona una culminación apropiada
para una maravillosa historia, porque relaciona a Rut con una más amplia
historia bíblica. Destinos futuros estaban en la balanza cuando Rut hizo su
decisión personal de apoyar a Noemí y declararse en favor de su Dios y de su
pueblo. Ella llegaría a ser un antepasado de nuestro Señor, con su nombre en la
genealogía presentada en el Nuevo Testamento. Es una historia de descanso después
de la agitación y la lucha. Es la historia de lo que al comienzo parece ser una
elección poco probable, pero claramente muestra que aquellos que ponen su
confianza en el Señor Dios de Israel no perderán su recompensa aun en esta
vida. "Hija mía, ¿no he de buscar hogar para ti?" Esto dijo Noemí a
Rut. Este es el contexto en el cual se nos vienen a la memoria las palabras de
nuestro Redentor, porque no podemos salir de este hogar en Belén sin pensar en
el que dijo:
"La
paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo -Moab- la da. No se
turbe vuestro corazón, ni tenga miedo." (Juan 14:27)
Orfa debe
de haber encontrado descanso en Moab, pero terminaría en el sepulcro. Para Rut,
quien abrazó la esperanza de Israel, un futuro más grande está asegurado.
•.¸¸•´¯`•.¸¸.ஐ Patricia ஐ.¸¸•´¯`•.¸¸.•