No podríamos hablar de
la Alegría sin hablar de la Cruz, porque para el cristiano la ofrenda que hizo
el Señor de Su propia Vida por nuestra redención cobra un papel fundamental
para nuestras vidas. El cristiano sufre, llora, tiene momentos amargos y siente
dolor como cualquier otro ser humano. Sin embargo, encontramos un sentido en
nuestros sentimientos de dolor y en nuestras dificultades. Ese sentido está en
cargar nuestra propia cruz, y seguir el ejemplo de Jesús. La Cruz, otro gran
misterio para el hombre, es un trono de alegría, porque Dios transforma el
dolor en gozo, la pena en júbilo, la muerte en resurrección.
Nuestras cruces nos
ayudan a identificarnos con Jesús. Siempre nos pesan, no cabe duda, pero el
amor a Dios puede más que cualquier contrariedad, y cuando ofrecemos nuestras
propias cruces amorosamente, Dios las transformará en alegría.
El cristiano debe
tener como centro de su vida al amor, y el fruto directo de ese amor es la
alegría.
•.¸¸•´¯`•.¸¸.ஐ Patricia ஐ.¸¸•´¯`•.¸¸.•
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