Existe un dicho que afirma que "los hijos son la alegría del hogar". Y, sin embargo, todos los que tienen hijos pequeños -y no tan pequeños- han experimentado la tensión continua que supone el esfuerzo por educar bien a los hijos. Puede que estemos tan centrados en ayudarles a portarse correctamente, a adquirir buenos hábitos que nos olvidemos que también necesitan reír.., a carcajada limpia.
Efectivamente, nuestros hijos necesitan autoridad y disciplina, pero la infancia también necesita un tiempo para reírse. Casi puede decirse que nuestros hijos se encuentran en la edad de la risa: fácil, espontánea, continua, ... feliz. Se encuentran en el período sensitivo para hacer del buen humor una forma de ser, una postura ante la vida. Fomentárselo les ayudará a contar con recursos para superar problemas y disgustos. Nuestros hijos han de ser capaces de enfrentarse a las dificultades de la vida, pero también han de ser capaces de recordar su infancia como una época feliz, unos años de risas continuas (junto a nuestra
exigencia, que también es igual de necesaria). Y, para ello, hay que aprender a reírse en familia. Pero para ganarse el afecto de los hijos es necesario que nosotros colguemos los problemas en el perchero, al entrar a casa. Y lo mismo que nos proponemos besar a nuestra mujer o marido al llegar, también nos decidamos a sonreír. Estar de buen humor no cuesta tanto y, además, es mucho más gratificante. Hay que esforzarse por sonreír, aunque a veces se haga difícil. Así acabará por enraizarse en el carácter un sólido sentido del humor.
En definitiva, los hijos aman a aquellos que tienen tiempo no sólo para enseñarles, sino para divertirse con ellos. Por lo tanto, podemos buscar las mil y una ocasiones que presta la vida normal para convertirlas en carcajadas, es decir, para reírnos con nuestros
hijos.
Efectivamente, nuestros hijos necesitan autoridad y disciplina, pero la infancia también necesita un tiempo para reírse. Casi puede decirse que nuestros hijos se encuentran en la edad de la risa: fácil, espontánea, continua, ... feliz. Se encuentran en el período sensitivo para hacer del buen humor una forma de ser, una postura ante la vida. Fomentárselo les ayudará a contar con recursos para superar problemas y disgustos. Nuestros hijos han de ser capaces de enfrentarse a las dificultades de la vida, pero también han de ser capaces de recordar su infancia como una época feliz, unos años de risas continuas (junto a nuestra
exigencia, que también es igual de necesaria). Y, para ello, hay que aprender a reírse en familia. Pero para ganarse el afecto de los hijos es necesario que nosotros colguemos los problemas en el perchero, al entrar a casa. Y lo mismo que nos proponemos besar a nuestra mujer o marido al llegar, también nos decidamos a sonreír. Estar de buen humor no cuesta tanto y, además, es mucho más gratificante. Hay que esforzarse por sonreír, aunque a veces se haga difícil. Así acabará por enraizarse en el carácter un sólido sentido del humor.
En definitiva, los hijos aman a aquellos que tienen tiempo no sólo para enseñarles, sino para divertirse con ellos. Por lo tanto, podemos buscar las mil y una ocasiones que presta la vida normal para convertirlas en carcajadas, es decir, para reírnos con nuestros
hijos.
COMO REÍR:
Cuando nuestros hijos eran más pequeños, incluso ya de bebés, nosotros les enseñamos a reír al hacerles caricias, cosquillas, masajes y morisquetas... Pues nosotros somos los mismos y ellos también, y quizá ahora, con ocho o diez años, les sigan haciendo gracia esa mueca.
Es el momento de continuar riéndose en familia, con más frecuencia y con las más simples "tonterías.
Es el momento de continuar riéndose en familia, con más frecuencia y con las más simples "tonterías.
Ver a sus padres riendo habitualmente -y serios y preocupados cuando haga falta, aunque sin perder la serenidad- les ayudará a adquirir las bases de una personalidad segura.
Humoristas profesionales :
Los hijos son unos excelentes humoristas y tienen siempre muchas ganas de reír. Podemos aprovecharnos de esta característica continuamente.
Muchas veces un rasgo de humor servirá para salvaguardar el tesoro de la autoridad al no tener que ejercerla.
El humor sirve para relajar un ambiente tenso y pone aceite lubricante al engranaje de la autoridad. No pensemos que debemos ser muy ocurrentes y graciosos, o que nos pasemos todo el día contándonos chistes. Pero buscar, de vez en cuando, frases amables y divertidas, comparaciones precisas y oportunas, y hasta tratar de imitar sus actitudes, puede servirnos para que ellos comprueben lo desfasado y hasta ridículo de muchos de sus comportamientos. Por otro lado, tampoco puede acomplejarnos la realidad de nuestra carencia de dotes interpretativas y agudeza mental para contar chistes, o acertar con un gesto o frase. Actuamos ante un público predispuesto a favor.
hacer llegar suavemente un mensaje.
Porque la alegría y el optimismo de nuestro hogar deben asentarse en el amor.
En resumen… Siempre hay "momentos tontos" a lo largo del día (viajes, colas en el negocio) que puedes aprovechar para hacer reír a tus hijos, recordando anécdotas divertidas, contando algún chiste, diciendo alguna
frase ocurrente… El humor y el optimismo son factores formidables para avivar la inteligencia. Propón a tus hijos que organicen ellos una salida familiar, o una tarde especial... pero estate también dispuesto a aguantar de todo con sonrisa y buen humor. Puede ocurrir que los chistes que cuenten los hijos no te hagan gracia. Al menos, puedes intentar escucharlos y reírte para que poco a poco vayan aprendiendo a soltarse. Es un buen medio para que se acostumbren a hablar en público.
Hay que enseñarles a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas presentes en la vida. Hacer de un simple paseo dominical toda una aventura, disfrutar de la conversación o de una cena... Para todo ello, hay que pasarlo bien en familia. También hay que dejarles claro que la vida no es sólo reírse a todas horas; hay situaciones y visitas, momentos de descanso) en las que hay que saber comportarse, lo mismo que hay conversaciones serias (por ejemplo, sobre los estudios).
Realiza, de vez en cuando, una "supernoche familiar": podéis juntaros en la sala de estar contando historias, chistes, comiendo palomitas... Será muy divertido. Los más atrevidos pueden, incluso, acabar durmiendo allí en colchones o en sacos de dormir.
En resumen… Siempre hay "momentos tontos" a lo largo del día (viajes, colas en el negocio) que puedes aprovechar para hacer reír a tus hijos, recordando anécdotas divertidas, contando algún chiste, diciendo alguna
frase ocurrente… El humor y el optimismo son factores formidables para avivar la inteligencia. Propón a tus hijos que organicen ellos una salida familiar, o una tarde especial... pero estate también dispuesto a aguantar de todo con sonrisa y buen humor. Puede ocurrir que los chistes que cuenten los hijos no te hagan gracia. Al menos, puedes intentar escucharlos y reírte para que poco a poco vayan aprendiendo a soltarse. Es un buen medio para que se acostumbren a hablar en público.
Hay que enseñarles a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas presentes en la vida. Hacer de un simple paseo dominical toda una aventura, disfrutar de la conversación o de una cena... Para todo ello, hay que pasarlo bien en familia. También hay que dejarles claro que la vida no es sólo reírse a todas horas; hay situaciones y visitas, momentos de descanso) en las que hay que saber comportarse, lo mismo que hay conversaciones serias (por ejemplo, sobre los estudios).
Realiza, de vez en cuando, una "supernoche familiar": podéis juntaros en la sala de estar contando historias, chistes, comiendo palomitas... Será muy divertido. Los más atrevidos pueden, incluso, acabar durmiendo allí en colchones o en sacos de dormir.
Los hijos necesitan un ambiente en el que, habitualmente, se esté de buen humor. Y, cuando no es así, ese hogar va cayendo poco a poco en un sopor parecido a la tristeza, que nunca es productiva ni
libera en nada de los problemas.
libera en nada de los problemas.
«Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres» (Lc2.52). En otras palabras, el Redentor no sólo crecía bajo la protección de su Padre Celestial sino que también conquistaba la simpatía de incontables seres humanos, a causa de las virtudes de su propio carácter. Eso es gracia.
•.¸¸•´¯`•.¸¸.ஐ Patricia ஐ.¸¸•´¯`•.¸¸.•
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<span>APRENDER A REÍR EN FAMILIA</span> -
<span>(c)</span> -
<span>PATRICIA ULARIAGA</span>
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<span>PATRICIA ULARIAGA</span>
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