miércoles, 15 de octubre de 2014

CULTIVANDO "VALORES" EN LA FAMILIA

Al hablar de familia podemos imaginar a un grupo de personas felices bajo un mismo techo y entender la importancia de la manutención, cuidados y educación de todos sus miembros, pero descubrir la raíz que hace a la familia el lugar ideal para forjar los valores, es una meta alcanzable y necesaria para lograr un modo de vida más humano, que posteriormente se transmitirá naturalmente a la sociedad entera.
El valor de la familia nace y se desarrolla cuando cada uno de sus miembros asume con responsabilidad y alegría el papel que le ha tocado desempeñar en la familia.
El valor de la familia va más allá de los encuentros habituales, los momentos de alegría y la solución a los problemas que cotidianamente se enfrentan.
El valor nace y se desarrolla cuando cada uno de sus miembros asume con responsabilidad y alegría el papel que le ha tocado desempeñar en la familia, procurando el bienestar, desarrollo y felicidad de todos los demás.
Formar y llevar a la familia en un camino de superación constante no es una tarea fácil.
Las exigencias de la vida actual pueden dificultar la colaboración e interacción porque ambos padres trabajan, pero eso no lo hace imposible, por tanto, es necesario dar orden y prioridad a todas nuestras obligaciones y aprender a vivir con ellas.
Debemos olvidar que cada miembro cumple con una tarea específica y un tanto aislada de los demás: papá trabaja y trae dinero, mamá cuida hijos y mantiene la casa en buen estado, los hijos estudian y deben obedecer.
Es necesario reflexionar que el valor de la familia se basa fundamentalmente en la presencia física, mental y espiritual de las personas en el hogar, con disponibilidad al diálogo y a la convivencia, haciendo un esfuerzo por cultivar los valores en la persona misma, y así estar en condiciones de transmitirlos y enseñarlos.
En un ambiente de alegría toda fatiga y esfuerzo se aligeran, lo que hace ver la responsabilidad no como una carga, sino como una entrega gustosa en beneficio de nuestros seres más queridos y cercanos.

 VALORES FUNDAMENTALES A TENER EN CUENTA:
 Lo primero que debemos resolver en una familia es el egoísmo: mi tiempo, mi trabajo, mi diversión, mis gustos, mi descanso... si todos esperan comprensión y cuidados ¿quién tendrá la iniciativa de servir a los demás? Si papá llega y se acomoda como sultán, mamá se encierra en su habitación, o en definitiva ninguno de los dos está disponible, no se puede pretender que los hijos entiendan que deben ayudar, conversar y compartir tiempo con los demás. La generosidad nos hace superar el cansancio para escuchar esos problemas de niños (o jóvenes) que para los adultos tienen poco importancia; dedicar un tiempo especial para jugar, conversar o salir de paseo con todos el fin de semana; la salida a cenar o al cine cada mes con el esposo/a ... La unión familiar no se plasma en una fotografía, se va tejiendo todos los días con pequeños detalles de cariño y atención, sólo así demostramos un auténtico interés por cada una de las personas que viven con nosotros.
Otra idea fundamental es que en casa todos son importantes, no existen logros pequeños, nadie es mejor o superior. Se valora el esfuerzo y dedicación puestos en el trabajo, el estudio y la ayuda en casa, más que la perfección de los resultados obtenidos; se tiene el empeño por servir a quien haga falta, para que aprenda y mejore; participamos de las alegrías y fracasos, del mismo modo como lo haríamos con un amigo... Saberse apreciado, respetado y comprendido, favorece a la autoestima, mejora la convivencia y fomenta el espíritu de servicio. Es importante recalcar que los valores se viven en casa y se transmiten a los demás como una forma natural de vida, es decir, dando ejemplo.

Para esto es fundamental la acción de los padres, pero los niños y jóvenes -con ese sentido común tan característico- pueden dar verdaderas lecciones de cómo vivirlos en los más mínimos detalles.
Por otra parte, muchas son las familias que han encontrado en la lectura de la Biblia y en las prácticas de piedad, una guía y un soporte para elevar su calidad de vida, ahí se forma la conciencia para vivir los valores humanos de cara a Dios y en servicio de los semejantes. Por tanto, en la fe se
encuentra un motivo más elevado para formar, cuidar y proteger a la familia.
Aunque son los padres quienes tienen la responsabilidad en la formación y educación de los hijos, estos últimos no quedan exentos.
Los jóvenes solteros, y aún los niños, comparten esa misma responsabilidad pues en este camino todos necesitamos ayuda para ser mejores personas. Actualmente triunfan aquellos que se distinguen por su capacidad de trabajo, responsabilidad, confianza, empatía, sociabilidad, comprensión, solidaridad, etc. etc., valores que se aprenden en casa y se perfeccionan a lo largo de la vida según la experiencia y la intención personal de mejorar.
Pensemos que todo a nuestro alrededor cambiaría y las relaciones serían más cordiales si los seres humanos se preocuparan por cultivar los valores en familia.
Cada miembro, según su edad y circunstancias personales sería un verdadero ejemplo, un líder en el ramo, capaz de comprender y enseñar a los demás la importancia y trascendencia que tiene para sus vidas la vivencia de los valores, los buenos hábitos y las costumbres.
 Pensemos que todo a nuestro alrededor cambiaría y las relaciones serían más cordiales si los seres humanos se preocuparan por cultivar los valores en familia. Cada miembro, según su edad y circunstancias personales sería un verdadero ejemplo, un líder en el ramo, capaz de comprender y enseñar a los demás la importancia y trascendencia que tiene para sus vidas la vivencia de los valores, los buenos hábitos y las costumbres. Para que una familia sea feliz no hace falta calcular el número de personas necesarias e indispensables para lograrlo, mientras en ella todos participen de los mismos intereses, compartan gustos y aficiones y se interesen unos por otros. Podríamos preguntarnos ¿cómo saber si en mi familia se están cultivando los valores? Si todos dedican parte de su tiempo para estar en casa y disfrutar de la compañía de los demás, buscando conversación, convivencia y cariño, dejando las preocupaciones y el egoísmo a un lado, sin lugar a dudas la respuesta es afirmativa.
El amor en la familia no es algo que se tenga que dar porque si, esta sentimiento tiene dos cometidos fundamentales: 1. Enseñar el amor, aprender a amar, cuidarlo y comunicarlo, así como proyectarlo a la sociedad: Es en el seno familiar donde se deben cultivar los valores del ser humano, enseñarlo a pensar, a profundizar, a reflexionar, hacerle ver y sentir que el respeto es el guardián del amor, así como la honradez, la generosidad, la responsabilidad, el amor al trabajo, la gratitud, etc. Es ahí en la familia, donde nos invitan a ser creativos en el cultivo de la inteligencia, la voluntad y el corazón, para poder contribuir y abrirnos a la sociedad preparados e íntegros. El amor de la familia por tanto debe también trasmitirse a la sociedad. 2.El amor les ayuda a cada uno de sus miembros, especialmente a los hijos, a que desarrollen todas sus potencialidades para que logren alcanzar lo más cerca posible sus objetivos en la vida: La psicología afirma que el afecto estimula el aprendizaje y desarrolla la inteligencia gracias a la sensación de seguridad y confianza que otorga y que se desarrolla lentamente a través de la infancia, la niñez y la adolescencia.
 La capacidad de amar es resultado del desarrollo afectivo que ha tenido el ser humano durante sus primeros años de su vida, mediante un proceso continuo y secuencial que pasa por la infancia, adolescencia y se posterga hasta la madurez y vejez.

•.¸¸•´¯`•.¸¸. Patricia  .¸¸•´¯`•.¸¸.•


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<span>CULTIVANDO VALORES EN LA FAMILIA</span> -
<span>(c)</span> -
<span>PATRICIA ULARIAGA</span>
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